Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

martes, 11 de diciembre de 2007

Mr. Brooks

Ser organizado te proporciona, tarde o temprano, una vida decente, pero es el aburrimiento, la falta de incentivos o el estrés, lo que te puede llevar a buscar una doble vida. Una faceta al margen de la vida más o menos asumida y que muestras a los demás.
¿Quien puede estar seguro de que el vecino, el compañero de trabajo, nuestra pareja incluso, no tiene una doble vida que lleva meticulosamente paralela a la que nos muestra?
Puede empezar como un juego, como un entretenimiento más pero corre el riesgo de convertirse en adicción. Basta con levantar la vista de la lectura y mirar alrededor. Mira. Observa.
¿Podemos estar seguros de que las personas que vemos sólo viven la vida que muestran? ¿Sí? Hasta que cogen la automática y se cargan a medio centro comercial. O hasta que se descubren como integrantes de una red de pedófilos ¿no?
Mr. Brooks cumple con las reglas minuciosamente, ello le asegura pasar inadvertido. Y no es que le guste matar, es que está enganchado: como tú a la tele y yo a la radio. Como el yonqui al caballo, Tete a la play, aquel a la rubia con espumita y el otro al rubio con espumilla.
Pero claro, es que hay VICIOS y vicios. ADICCIONES y adicciones. Y, de cara a la galería, lo que las agrava no es la dependencia en sí sino el objeto sobre el que se constituyen. No es lo mismo ser adicto al trabajo -que los hay- que a las malas mujeres –que no son más (sic)-.
Todo el mundo está enganchado, y el grado de culpabilidad no depende del enganche en sí, más bien está correlacionado con lo reprobable de su consecuencia: el nivel de molestia mayor o menor que provoca en el resto del personal. Necesitamos estar enganchados a algo, bien para evadirnos de la cotidianeidad y monotonía, bien para dejar de estar ociosos u ocupados en nuestra obligación.
Cualquier mala acción al volante, cualquier mal gesto por la calle, cualquier mala contestación a una cajera; nos postularía como dosis a consumir a cuenta de Mr. Brooks: ejemplar empresario, hombre del año, padre comprensible y marido idóneo, digna vuelta a la interpretación de Mr. Costner como psicópata con mono de matar.
El guión conseguido, sobrado. Su dinámica permite plantear temas candentes de la actualidad que no tienen que ver del todo con la trama. Sirva de ejemplo, y permíteme que me extienda, el par de diálogos con los que plantea y resuelve todas las posturas posibles ante el aborto: adicción para muchos.
La niña que hace y deshace lo que quiera con su cuerpo. El padre que ni hablar. La madre, la callada por respuesta. Perdona bonita, pero Lucas no te quería a ti sino a tu sexo, su adicción. A ti te daba seguridad complacerle, te hacía sentirte más mujer, pero aquí, garbancito, no es culpable ni responsable de nada y menos de los calentones y vicios de nadie.
Lo mires por donde lo mires eso es un asesinato en toda regla, así que deja de mirar a otro lado, buscando una excusa que te calme falsamente la conciencia. Pero que no, que no es un bicho, ni un alien, ni un parásito, que no. Que a un aquí te pillo aquí te mato y en las condiciones propicias, quieras o no quieras, le corresponde a los doscientos sesenta y tantos días, un bebé, una persona. Sí como las que luego mata y retrata Mr. Brooks, para el que el aborto, en primera instancia, es un vil asesinato, y en segunda… prefiere no inmiscuirse, como tantas otros.
Me pregunto por las miradas que se cruzan en una sala de infanticidios. Por el silencio. Apuesto a que no se miran a los ojos, a que hablan de todo menos de eso. En un parto, el ginecólogo, explica como procede para conseguir al neonato. Pero ahí. ¿? “Mire, ahora le estoy seccionando el brazo” fuerte ¿eh? “Y ahora el cuello.” ¡¿qué me dices?!
Se ve que es una adicción que no daña a nadie. Claro, si tenemos en cuenta que garbancito no es nadie.

Yo como el personaje que interpreta Demi Moore creo en la ley y su aplicación pero también creo que, como ella, miraría para otro lado cuando Mr. Brooks se hubiese encargado de todo, a su manera y modo.
Sí, del caso de todas esas personas, que tras años de meritorio estudio con la finalidad de salvar vidas, terminan aniquilando aquellas más indefensas, ya sea por adicción, vicio o dinero. Lo mismo me da.
A Mr. Brooks, se le coge cariño, y quien se crea libre de culpa que se remita a la butaca. Este antihéroe se deja querer, se termina hasta temiendo por su vida. Y es que un tipo que reza la oración de Niebuhr antes de acostarse no puede ser mala gente. Quien mejor, dada su adicción, para terminar con esta farsa.

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