Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

domingo, 30 de diciembre de 2007

American Gangster

Tenemos a Denzel, tenemos a Russell. Tenemos un cartel que en algo recuerda al de Scarface. También tenemos por ahí una serie, the wire, con la que verle parecido. Tenemos a Ridley que se toma su tiempo para definir los personajes, situarlos, describirlos; para luego confrontarlos y hacernos sentir tensión.
Tenemos una película brillante, épica, con alguna que otra frase para enmarcar, frases que definen a un personaje, escena o situación.
Tenemos a un poli incorrupto, ejemplar, cuasiperfeto, a la vez que intención de padre, de marido, pero… profesional de su oficio. ¡Qué postura final la suya ante la ‘propiedad’ de su hijo!
Tenemos una madre por la que se hace lo que sea, que menos: madre no hay más que una que decía aquel.
Tenemos la historia de NY, convulsa por la oleada de crímenes que sólo apacigua el blue magic remitido desde Vietnam.
Tenemos un trabajo de producción digno del mejor Hollywood. No deja de sorprender que hasta el último mono, aquel del fondo que sale de la esquina, ataviado conforme a la época, que se sube a un munstang en el que le espera un colega con su boina calada fumando un pitillo, está actuando para la cámara, para nosotros, para completar ese ambiente que no depende sólo de los protagonistas, de los focos, de la película sino de todo lo demás que se conforma como resto necesario.
Tenemos a una mujer, una esposa, una dama, que viste a su marido contra sus principios, reglas y costumbres, para conformarse en atracción, nunca antes percibida, de la fiesta: El error cometido por amor, por complacencia.
Tendremos duda para juzgar al malo como malo y al bueno como bueno. Al malo como listo y al bueno como tonto, como coherente, honesto.
Tenemos ritmo, tensión y pausa. Ambientes de fiesta, de intimidad en familia, de mujeres que trabajan desnudas para no llevarse trabajo a casa.
Tenemos otra historia real adaptada al cine, tenemos otra manera de conocer la historia, otra manera de ver cine.
Tenemos un enorme rato por pasar entretenidos, en una buena sala de cine, en uno de estos estupendos días de navidad, fin de año o reyes.

martes, 11 de diciembre de 2007

Mr. Brooks

Ser organizado te proporciona, tarde o temprano, una vida decente, pero es el aburrimiento, la falta de incentivos o el estrés, lo que te puede llevar a buscar una doble vida. Una faceta al margen de la vida más o menos asumida y que muestras a los demás.
¿Quien puede estar seguro de que el vecino, el compañero de trabajo, nuestra pareja incluso, no tiene una doble vida que lleva meticulosamente paralela a la que nos muestra?
Puede empezar como un juego, como un entretenimiento más pero corre el riesgo de convertirse en adicción. Basta con levantar la vista de la lectura y mirar alrededor. Mira. Observa.
¿Podemos estar seguros de que las personas que vemos sólo viven la vida que muestran? ¿Sí? Hasta que cogen la automática y se cargan a medio centro comercial. O hasta que se descubren como integrantes de una red de pedófilos ¿no?
Mr. Brooks cumple con las reglas minuciosamente, ello le asegura pasar inadvertido. Y no es que le guste matar, es que está enganchado: como tú a la tele y yo a la radio. Como el yonqui al caballo, Tete a la play, aquel a la rubia con espumita y el otro al rubio con espumilla.
Pero claro, es que hay VICIOS y vicios. ADICCIONES y adicciones. Y, de cara a la galería, lo que las agrava no es la dependencia en sí sino el objeto sobre el que se constituyen. No es lo mismo ser adicto al trabajo -que los hay- que a las malas mujeres –que no son más (sic)-.
Todo el mundo está enganchado, y el grado de culpabilidad no depende del enganche en sí, más bien está correlacionado con lo reprobable de su consecuencia: el nivel de molestia mayor o menor que provoca en el resto del personal. Necesitamos estar enganchados a algo, bien para evadirnos de la cotidianeidad y monotonía, bien para dejar de estar ociosos u ocupados en nuestra obligación.
Cualquier mala acción al volante, cualquier mal gesto por la calle, cualquier mala contestación a una cajera; nos postularía como dosis a consumir a cuenta de Mr. Brooks: ejemplar empresario, hombre del año, padre comprensible y marido idóneo, digna vuelta a la interpretación de Mr. Costner como psicópata con mono de matar.
El guión conseguido, sobrado. Su dinámica permite plantear temas candentes de la actualidad que no tienen que ver del todo con la trama. Sirva de ejemplo, y permíteme que me extienda, el par de diálogos con los que plantea y resuelve todas las posturas posibles ante el aborto: adicción para muchos.
La niña que hace y deshace lo que quiera con su cuerpo. El padre que ni hablar. La madre, la callada por respuesta. Perdona bonita, pero Lucas no te quería a ti sino a tu sexo, su adicción. A ti te daba seguridad complacerle, te hacía sentirte más mujer, pero aquí, garbancito, no es culpable ni responsable de nada y menos de los calentones y vicios de nadie.
Lo mires por donde lo mires eso es un asesinato en toda regla, así que deja de mirar a otro lado, buscando una excusa que te calme falsamente la conciencia. Pero que no, que no es un bicho, ni un alien, ni un parásito, que no. Que a un aquí te pillo aquí te mato y en las condiciones propicias, quieras o no quieras, le corresponde a los doscientos sesenta y tantos días, un bebé, una persona. Sí como las que luego mata y retrata Mr. Brooks, para el que el aborto, en primera instancia, es un vil asesinato, y en segunda… prefiere no inmiscuirse, como tantas otros.
Me pregunto por las miradas que se cruzan en una sala de infanticidios. Por el silencio. Apuesto a que no se miran a los ojos, a que hablan de todo menos de eso. En un parto, el ginecólogo, explica como procede para conseguir al neonato. Pero ahí. ¿? “Mire, ahora le estoy seccionando el brazo” fuerte ¿eh? “Y ahora el cuello.” ¡¿qué me dices?!
Se ve que es una adicción que no daña a nadie. Claro, si tenemos en cuenta que garbancito no es nadie.

Yo como el personaje que interpreta Demi Moore creo en la ley y su aplicación pero también creo que, como ella, miraría para otro lado cuando Mr. Brooks se hubiese encargado de todo, a su manera y modo.
Sí, del caso de todas esas personas, que tras años de meritorio estudio con la finalidad de salvar vidas, terminan aniquilando aquellas más indefensas, ya sea por adicción, vicio o dinero. Lo mismo me da.
A Mr. Brooks, se le coge cariño, y quien se crea libre de culpa que se remita a la butaca. Este antihéroe se deja querer, se termina hasta temiendo por su vida. Y es que un tipo que reza la oración de Niebuhr antes de acostarse no puede ser mala gente. Quien mejor, dada su adicción, para terminar con esta farsa.

Encantada: La Historia de Giselle

El cine no ha dejado nunca de ser reflejo de los grandes debates que se cuecen en la sociedad. Todas las historias vienen a cumplir con los puntos recurrentes que evidenció Propp y lo que varían son los nombres y las características superficiales de los personajes. Así Giselle viene a ser la plebeya llamada a ser princesa contra el deseo pérfido de la madrastra de turno: la mala. El consorte que la pretende: el malo torpón. El príncipe el héroe que la rescata y así hasta completar todo el abanico de personajes.
Acostumbrados a las últimas cintas de animación, sorprende ver en nuestras salas la textura de los clásicos de Disney que en seguida nos remite a Blancanieves, la Bella Durmiente,… protagonistas éstas que también compartían esa sintonía con la naturaleza que en Giselle encontramos desbordada hasta el punto de provocar la carcajada. Técnicas y maneras de la filmación con actores reales aplicadas al dibujo animado. Rasgos de los dibujos animados conseguidos en las localizaciones reales. Logrados momentos de humor, tensiones y desenlaces previstos, y una buena interpretación de Amy Adams con ciertos parecidos a Nicole Kidman y Julie Andrews.
Revisión de los valores matrimoniales, del amor verdadero y del matrimonio de conveniencia. El desarrollo apunta al dejémonos de ideales y vayamos a lo útil para terminar descubriendo que lo útil, lo que al final cuenta es ser felices y que a veces nos obstinamos en encontrar la felicidad donde establecemos que debe estar, sin darnos que cuenta de que, a veces, en una sala de cine, no es a la pantalla donde hay que mirar sino hacia su reflejo reposado en la faz de nuestros más pequeños: la mirada iluminada, viviendo los sentimientos de los personajes como propios, sintiéndose como un personaje más.

Si bien la historia es sabida, vayan y vean, aunque sólo sea por descubrir, en un atisbo, la felicidad que tanto anhelan. Allí, en una sala oscura, frente a la gran pantalla y su reverberar, en el rostro de alguno de los pequeños.

El Orfanato

Todo empezó con el correspondiente trailler y promociones meses antes: esa estética, historia, esas localizaciones y decorados… ¿una peli española? Certificado. Hay vida más allá de Almodóvar.
Y es que se ensancha la veta, inaugurada por Amenábar, con este director de camelianos video-clips, anuncios y cortos: Bayona, apadrinado, eso sí, por Guillermo del Toro con la excusa de un excelente guión de Sergio Sánchez.
No les voy a contar yo ahora, a estas alturas de semanas en cartel, de los sugerentes planos, de la enorme interpretación de esta ‘actrizucha’ de teleseries ni de la del elenco de actores que la acompañan, ni tampoco de cómo el transcurrir de la historia hace pivotar magistralmente al espectador entre me creo lo que ve y creo que solo ella lo ve.
No voy a hablarles de nada de ese todo que debería, del mundo de los vivos entrometiéndose en el de los muertos. Esta es la nueva veta, el nuevo camino al que viene sumarse J.A. Bayona. Décadas y más décadas de cine en el que los muertos venían al mundo de los vivos. Eso es ya historia.
Simplemente decirles que olvidé mis penas y mis sueños, mis problemas y mis aciertos. Me evadí en y con la historia, que es de lo que se trata ¿o no? Para problemas sociales los míos y los de mi vecina, señor Almodóvar y comparsa. Y para el cine, eso: CINE, que es lo que apetece, y ya verán como sí se llenan las salas como en las películas ‘americanas’.

Tierra

No es un documental más de la 2, y no sólo por el formato en que se nos presenta: gran pantalla, que también, sino porque nos hace disfrutar de imagines inéditas de la nave en la que viajamos y de sus rincones menos frecuentados hasta los que sí llegan las consecuencias de nuestro depravado e inconsciente modo de vida.
Al Gore lo dice de otra manera, más agresiva, violenta, incómoda y dicen que para él beneficiosa. Los responsables de esta cinta (Fothergill y Linfield) nos convencen sin importunarnos, con menos teoría y miedo catastrofista y sí con casos concretos:
- El oso polar al que el tráfico de los coches impedirá que llegue a tiempo al restaurante.
- La manada de elefantes desorientados por la humareda de las fábricas.
- La ballena y su cría a la que nos empeñamos en cambiarle la dieta oceánica.
Lo mejor no está en la película pero forma parte de ella: www.loveearth.com. La página web desde la que podemos continuar con la película, saber el final abierto y que depende de nosotros. ¿Qué final que vamos a decidir entre todos para estas especies puestas de ejemplo y manifiesto?
Cinematográficamente podemos disfrutar de la manipulación de las proporciones y medidas de las que tanto habló el profesor Bouvier: la cámara rápida y lenta que nos proporcionan detalles y descubrimientos que escapan a nuestra percepción cotidiana, obcecada en no ver más allá de nuestra comodidad, rapidez y confort que nos proporciona nuestro coche al ir a trabajar. Piensen ustedes en el oso polar, ése si que no va a llegar a tiempo, ni a trabajar, ni a comer, ni a su cita anual con los leones marinos.

Piratas del Caribe: En el Fin del Mundo

…pero no en el fin de la saga, porque me da a mí que ni ellos, los productores, ni nosotros, el temido público, nos vamos a conformar con esta nueva dosis pirática que nos proporciona Sparrow y demás corsarios. Así que elijan sala a la altura de la laboriosa producción, que los técnicos de sonido, efectos especiales, attrezzistas, ambientadores y resto del elenco profesional del medio no se han dejado la sesera y esfuerzo para que eMulemos la película y se quede en el camino parte de la calidad y detalles que sólo se aprecian y disfrutan en una sala confeccionada ex professo. Sirva como ejemplo la sala 8 del cine en el que yo la disfruté: el Tablero.
Disfruten del ambiente recreado, que casi se huele, del suburbio de Singapur, donde ya en La Maldición de la perla Negra se nos anticipó que se desarrollarían parte de las aventuras estos roqueros bucaneros.

Disfruten, disfruten y disfruten hasta de los créditos finales, que esta vez llevan premio, hagan un esfuerzo y aguanten, tributen con su tiempo el tiempo dispensado por cada una de las personas que han puesto su granito, su roca o montaña y que sólo podemos reconocer que han participado en la obra porque aparece su nombre que apenas da tiempo a leer y que produce la estampida del público peral. Tanto es así que en la sesión de las 19.30 la sala estaba llena pero al empezar el desfile de letras, el público desfiló a la par y sólo yo vi la guinda final, el final final de En el fin del mundo, si no lo vieron vuelvan a las salas, vuelvan a disfrutar del guiño de humor en mitad del miedo, la lucha o la tensión. De los personajes y su caracterización. De la interpretación de Deep inspirada en el guitarrista Keith Richard al que se le ha homenajeado dándole un papel de peso y que les dejo descubrir por ustedes mismos.
Los créditos finales son parte de la película y así lo concibe Verbinski, regalándonos a los que los “aguantamos” esos reveladores segundos más de metraje. Apunten el nombre de estos artífices del terror mezclado con humor en los momentos más inesperados de la acción.
Y los que aún no han ido que acudan. Rememoren la Maldición de la Perla Negra y El cofre del Hombre Muerto y dispónganse atentos en la butaca ante la variada coral de personajes y tramas de esta nueva entrega, pues corren el peligro de encontrarse embarcados sin saber a ciencia cierta quien es el malo o el bueno y en qué momento lo son y dejan de serlo y porqué.
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