Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

lunes, 28 de febrero de 2011

más allá iremos todos, resolvamos pues en vida nuestros asuntos

Clint está ya mayor. No lo digo porque esté con los desaciertos propios de ciertas edades, sino por todo lo contrario. Ahora que tanto se habla de jubilarse a los 65 ó a los 67, a Clint le deberían prohibir jubilarse. Tampoco creo que él tenga intención de hacerlo. Éste morirá rodando y demuestra que el problema de la jubilación se solucionaría desde el momento en que cada uno se dedicase a lo que realmente le apasiona. Ya sé, la pasión no siempre da de comer.

Clint está mayor y le sale una película que habla de lo que hay más allá del acá. Supongo que cuando uno se hace mayor tiene la vista puesta más en estas cosas que en la vida vivida. Siempre andamos preocupados con nuestro futuro y el de nuestros seres queridos, y el futuro, a ciertas edades, pasa por mirar más allá de la vida.

No entra en plantear si hay algo o no lo hay, eso lo da por asumido, se queda en qué pasa con los que se van, los que no se van y los que se quedan a medias porque aún tenían algo que decir, que perdonar o de lo que pedir perdón.

Todo esto lo plantea sin caer en sesiones de espiritismo, sustos ni miedos. De manera amena y con el ritmo adecuado, nos va presentando la vida de tres personajes que lo único que tienen en común es el haber sido tocados por lo que hay más allá de la vida.

Una francesa, un niño inglés y un americano. No en un chiste sino cada uno de los protagonistas con historia. De todos ellos podemos aprender. La perseverancia del chico, inamovible en su empeño pese al frío. El tomar y andar el camino de la francesa ante la íntima llamada, con todas sus consecuencias, tanto materiales como espirituales. Y el no saber si el don es don o maldición, del americano, encarnado por el grandioso Matt Damon que tanto me recuerda, a veces, a aquel Monolo mío, compañero de sesiones de cine trasnochadas.

En éste conviene recrearse. Qué hace uno cuando tiene un don tan valioso para los demás, tan necesario para los demás, pero tan incómodo para uno mismo. ¿Por qué uno termina concibiendo sus dones como maldiciones? ¿Qué ha pasado entremedias?¿Qué perspectiva de la vida hemos olvidado?

Ya sea Don o maldición, el caso es que cuando la muerte llega y no se han dejado los papeles arreglados, las palabras dichas, los asuntos aclarados; las partes claman por decirse lo que en vida no se dijo.

Por eso les invito a que vayan a ver la peli, en pantalla grande. Con o sin palomitas, pero en pantalla grande, que en casa no es lo mismo, que uno se distrae con cualquier cosa, y el cine no es cine.

Vayan al CINE, pero no sin antes o después arreglárselas con su hermano, vecino, compañero o primo, porque más allá de la vida, el que va, con Él, pace alegre y todo lo perdona, pero el que queda: pena.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Las cosas no son como se escriben, son como son, como suenan. BIUTIFUL

Los que algo me conocen y me acompañan al cine, saben que me quedo hasta el final, hasta que la pantalla se desviste de colores mezclados que producen ilusión y se queda en blanco neutro. No sólo yo estaba KO esta vez: “La vítica nene, la gente sale sin decir ni mu”, pensé. No recuerdo un desfile ante los créditos finales tan tormentosamente silencioso. La salida del cine da a esa sociedad que nos presenta y que no se sostiene. Enferma de cáncer, que avanza sin rumbo cierto, que trabaja, que sigue produciendo humo por las chimeneas. Una sociedad que tiene de tanto… que no necesitamos.

Bardem, hablo como actor, es un lujo. Es de los mejores, de hecho ahí lo tenemos: otra vez nominado. No sólo entrega su físico al servicio del personaje, también reconoce haber entregado su psique. Representa con su personaje a la sociedad actual, tan material por un lado y tan espiritual por otro, pero enferma de desnecesidad, enfermada de hartura, de no hacer las cosas bien.

Su personaje tiene un don, y ya se sabe aquello de que no poseemos nada que no se nos haya dado desde arriba. Así es que, para sobrevivir, tiene que apañárselas con chanchullos varios, ya que por su don no pide nada, apenas sí la voluntad cuando la necesidad pura aprieta.

Tranquiliza a los muertos para que se vayan en paz, pero sin poder usar ese don para sí mismo. Es lo que tienen los dones, que no se nos dan para utilizarlos en nosotros sino para el servicio a los demás.

No nos damos cuenta de que somos mortales porque no dejamos de sentirnos vivos, pero cuando la Parca nos avisa de que estamos dentro de sus acciones inminentemente siguientes, no solemos llevarlo bien. Además el tema es tabú en esta sociedad. Es lo que le pasa al personaje e, insisto, a la sociedad, a este modelo de sociedad, que también muere, sin dejar los papeles y las cosas en regla.

Cuando uno enferma busca el remedio, la pastilla que lo arregle todo, pero pocas veces buscamos el origen de la enfermedad. Hay ocasiones en que nos ha tocado la china con la genética y poco podemos hacer, es como cuando toca la lotería pero en negativo. Pero en otros casos las causas de la enfermedad nos la hemos buscado nosotros solitos, más o menos inconscientemente: con la falta de valores, la desvirtuación de los cuerpos con tanta operación estética que en el film pone pechos en las posaderas, aberraciones en el trato personal, fraternal, con políticos alejados del pueblo que los catapulta y sostiene, el mundo entregado al placer que no alimenta.

La vida, como el cine, es necesaria para seguir viviendo, porque el cine, como la vida, es necesario para seguir aprendiendo, entendiendo, para identificarnos con los personajes y con nosotros mismos. Sugiriendo, provocando, invitando a que hagamos algo.

La muerte está certificada para todos, lo que no sabemos es cuando se hace efectiva. Algunos médicos son capaces de predecir mes arriba, mes abajo, pero hay algunos cineastas que a este modelo de sociedad que nos hemos montado ya vienen a ponerle fecha de caducidad, año arriba, año abajo. Iñárritu es uno de ellos.

Las cosas no son como se escriben, como nos gustaría que fuesen, son como son, son como suenan, son como la vida: BIUTIFUL.

Al menos, en español, lo tenemos claro.

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