Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

martes, 14 de mayo de 2013

Tierra Pro-metida


Cuando ves, en los créditos iniciales, que Matt Damon, el cual me sigue recordando a Monkey Molina, además de actor, está implicado como guionista y como productor; piensas que no es una mera interpretación la que te dispones a ver, sino una apuesta y posición sobre un tema candente.
Cuando te dan mucho dinero por algo, no pienses tanto en la cantidad que te ofertan sino en el reporte que el que te lo da obtiene gracias a ti. Eso es lo que a él le importa, tú, tu persona y tu circunstancia, no tanto.
Al poco sabes de qué va la peli y te acuerdas de que Guillermo Fesser contó algo al respecto a cien millas deManhattan. Como en la película, cuando alguien sospecha de tanto dinero fácil y del mundo color de rosa, pronto sale alguien a desmentir o disfrazar más aún el asunto, en este caso fue la portavoz de una de las empresas que explota en España el recurso que se plantea en la película.
Dios le prometió a Moisés tierra donde pacer, pero no le dejó que la pisara, parece que sí, aunque no se lo termine de creer, su pueblo. La tierra como don de Dios y su administración como tarea del hombre. Ahí es donde entra el dilema de si dejar que sean otros los que lo hagan por un nada módico precio o seguir ocupándose uno mismo, y seguir trabajándola y sacando de ella lo que hasta ahora ha sido tradición, creyéndose en propiedad de la misma. ¿De quién es la propiedad del subsuelo, hasta cuantos metros es propio y empieza ser ajeno? ¿o debería escribir “común”? Porque el día que toda esta bola azul se vaya al garete por lo que hayan hecho los que piensan que es de su propiedad, nos vamos a ir todos comúnmente.
Me detengo en los planos cenitales que se ofrecen. Planos a vista de pájaro que nos hacen relativizar las cosas y vernos como lo que somos: no mucho más grandes que unas hormigas. Cuando uno despega o aterriza en avión y ve cada una de esas casas o coches que circulan llevando consigo historias personales, conflictos, relaciones, alegrías, quehaceres… desde arriba pierden su importancia en su trascendencia.

El montaje hace avanzar la historia saliendo de las escenas sin terminar de contarnos qué pasa al final en ellas, para más tarde mostrarnos un detalle que da cuenta de cómo terminó aquello. Tareas: ¿cómo sabemos si el personaje que interpreta Matt Damon le ganó o no la competición a la camarera? 
            Por otro lado tenemos una reflexión que hacer desde el punto de vista del trabajo como comercial. Si uno vive como piensa o termina pensando como vive, en el caso de este oficio, uno vende en lo que cree o termina creyendo en lo que vende. De no ser así... conflicto mental asegurado y objetivos comerciales no conseguidos. 
A no ser que seas un tipo frío, de esos que ni sienten ni padecen, ni en el trabajo ni en su vida personal. Por ejemplo, un tipo que se dedica a vender semillas modificadas genéticamente pero sólo consume productos ecológicos; Un comercial de una operadora telefónica con contrato móvil en la competencia; Un representante de laboratorio que sólo tira de la botica de la abuela o de María Treben cuando enferma... los ejemplos los vemos a diario y nos decimos: "no cuadra, no, no".

Y en esas tenemos a los protagonistas: el que trabaja por el taco y de camino lo que caiga, el que lo hace por necesidad o el que está convencido de lo que hace (con el recurso del plano con la bandera de EEUU al fondo respaldando al protagonista), buscando la verdad de las cosas y no sólo la apariencia, vender y balonazo fuera. Una persona que cree en lo que vende pero tiene cierta duda, una persona que opta por el mal menor a falta de saber la verdad plena, pero que cuando la encuentra... la asume, es coherente y decide vivir como piensa en vez de pensar como vive.
Piénseselo bien antes de vivir el no ir a verla, pues éstos, con la historia del gas u otra, ya mismo andarán por su casa.



lunes, 18 de febrero de 2013

El vuelo


Quiero escribir sobre esta película. Quiero escribir sobre la historia de esta película en particular, sabiendo que pueda leerse para otras historias, hechos y vidas en general. Cada cual que interprete según su experiencia, ánimo y mente; yo, escribo sobre ésta.
Empecemos por el apunte técnico. Fijémonos en la música, extra e intradiegética. De cómo construye significado y sentido según su tono, sus graves y agudos. Cuando Nicole, interpretada por los ojos y boquita de Kelly Reillyla, se inyecta la droga, los graves que hacen retumbar nuestro pecho nos trasmiten la sensación que le invade. O cómo la música envolvente que acompasa el caminar de Harling Mays, agarrado de la coleta de John Goodman, deja de oírse en estéreo cuando llega al mostrador y se quita uno de los auriculares. La música nos hace sentir lo que sienten los personajes, nos trasmite el estado de ánimo de los mismos, y lo hace con este tipo de juegos técnicos. Atentos a ellos.
Lo mejor es ir a verla sin saber de qué va, quedándonos con la portada, con ese Denzel Washington caracterizado en el comandante Whitetaker, Whip Whitetaker.  Pienso que los nombres de los personajes también hablan de los mismos. Prueben a quitarle la W de Washington al nombre y apellidos de su personaje: ¡hip! hit taker.
Bastaría ir a verla sólo por escuchar el monólogo sobre la vida en boca y ojeras de Tiki Pot, interpretado por el metamorfoseado Charlie Eugene Schmidt, en unas escaleras a medio subir o medio terminar de bajar. El trabajo de abogado de causas imposibles lo hace el personaje de Don Cheadle, al que no es que le ponga que le llamen de don sino que abrevia el Donald.  
Todos ellos orquestados bajo la regresada batuta del futuro de Robert Zemeckis.           
Insistido en suficiencia respecto a la técnica e interpretación como garantía de satisfacción, quiero pasar a la historia, a la reflexión. Antes, una aclaración, he escrito "ir a verla". No significan lo mismo las películas en una gran pantalla a oscuras y altavoces calibrados y dispuestos estratégicamente (el director la ha rodado pensando en estas mínimas calidades) que en la pantalla de casa, aunque ésta simule las 3D. Mucho menos me vale en copia adquirida sobre manta o bajo descarga. Señores, esto es cine, quién lo probó lo sabe.
Ya sí, la reflexión. Resulta que en la vida vamos elaborando actividades, con mayor o menor acierto. Acompañando a nuestras acciones va todo lo que somos, hacemos y dejamos de hacer. Durante el periodo formación inicial uno debe procurar rellenar las distintas estancias, recovecos y facetas de su carácter con buenos hábitos y costumbres. Recientemente he leído que "los valores e ideales engendran unas pautas de comportamiento coherentes con ellos. El desfallecimiento de aquéllos comporta progresivamente el hundimiento de éstas." Y añado, y de la persona que no los practica.
Pongamos que en un buen o mal momento de la vida uno encuentra alivio, placer o consuelo en lo que a la larga se constituye como vicio. Los vicios, como malas costumbres que son, le acompañan a uno siempre. Tanto si obra bien como si obra mal. Otra cosa es que uno logre dominarse, con mayor o menor esfuerzo. ¿O no, fumadores? 
Sigamos poniendo que a uno se le presenta un asunto peliagudo, un vuelo delicado sea por caso, y lleva destacado uno de sus malos hábitos. Lo que logras hacer no tiene nada que ver con ese mal hábito y en vez de matar a 100 pasajeros consigues salvar a 98. La tripulación no cuenta. El avión estaba jodido, iba a pasar lo que tenía que pasar, con o sin malos hábitos. La pregunta a la que hay que dar respuestas tras ver la peli es: ¿puede un vicio deslegitimar las buenas acciones, los buenos momentos?
La película apunta que para que uno pueda erradicar un vicio, debe ser plenamente consciente de que lo tiene y que es tan nocivo para él como para su entorno, hasta el extremo de poder convertir la extraordinaria persona que puedas ser en un auténtico desquerido para los tuyos. Porque sí, señores, se puede ser desquerido.

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