Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

martes, 11 de diciembre de 2007

Encantada: La Historia de Giselle

El cine no ha dejado nunca de ser reflejo de los grandes debates que se cuecen en la sociedad. Todas las historias vienen a cumplir con los puntos recurrentes que evidenció Propp y lo que varían son los nombres y las características superficiales de los personajes. Así Giselle viene a ser la plebeya llamada a ser princesa contra el deseo pérfido de la madrastra de turno: la mala. El consorte que la pretende: el malo torpón. El príncipe el héroe que la rescata y así hasta completar todo el abanico de personajes.
Acostumbrados a las últimas cintas de animación, sorprende ver en nuestras salas la textura de los clásicos de Disney que en seguida nos remite a Blancanieves, la Bella Durmiente,… protagonistas éstas que también compartían esa sintonía con la naturaleza que en Giselle encontramos desbordada hasta el punto de provocar la carcajada. Técnicas y maneras de la filmación con actores reales aplicadas al dibujo animado. Rasgos de los dibujos animados conseguidos en las localizaciones reales. Logrados momentos de humor, tensiones y desenlaces previstos, y una buena interpretación de Amy Adams con ciertos parecidos a Nicole Kidman y Julie Andrews.
Revisión de los valores matrimoniales, del amor verdadero y del matrimonio de conveniencia. El desarrollo apunta al dejémonos de ideales y vayamos a lo útil para terminar descubriendo que lo útil, lo que al final cuenta es ser felices y que a veces nos obstinamos en encontrar la felicidad donde establecemos que debe estar, sin darnos que cuenta de que, a veces, en una sala de cine, no es a la pantalla donde hay que mirar sino hacia su reflejo reposado en la faz de nuestros más pequeños: la mirada iluminada, viviendo los sentimientos de los personajes como propios, sintiéndose como un personaje más.

Si bien la historia es sabida, vayan y vean, aunque sólo sea por descubrir, en un atisbo, la felicidad que tanto anhelan. Allí, en una sala oscura, frente a la gran pantalla y su reverberar, en el rostro de alguno de los pequeños.

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