Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

jueves, 6 de agosto de 2009

A ver quién sube hoy al vagón

No hay nada como volver a casa con la satisfacción del trabajo bien hecho, la conciencia tranquila y un litro de leche. Sobre todo con un litro de leche. Y más cuando se nos ha pedido llevar cuatro.

Todos deberíamos hacer, lo mejor posible, la que es nuestra responsabilidad y un poquito más. Nos iría a todos mejor. En los tiempos que corren no basta con cumplir. Hay que ser de una pieza. Intentar ser coherente. Ayudar al personal aunque eso nos implique darnos más de lo que teníamos pensado al levantarnos. Mojarse. Comprometerse. Por los demás y por la causa común.

Tiene gracia como en determinado momento de la peli le dicen a Walter Garber, cobrando vida en Denzel Washington, que se puede ir, que no tiene por qué asumir esa responsabilidad. ¿Pero dónde está el límite de nuestras responsabilidades? ¿Se puede delimitar la responsabilidad cuando todos sabemos que cualquier cosa que hagamos, por pequeña que sea, tiene un efecto dominó insospechado? ¿No nos ha dicho ya Carl Sagan, plagiando a los griegos, que los acontecimientos humanos más básicos y las cosas más triviales están conectadas con el universo y sus orígenes? ¿Acaso no lo hemos comprobado nosotros mismos? ¡Cómo vamos a delimitar entonces nuestra responsabilidad!

Cierto es que intentamos delimitarla para disculparnos, excusarnos, en el caso de que algo malo ocurra. Cuántas veces me habrán dicho aquello de “La ley lo dice”. Por más que lo diga la ley nuestra responsabilidad no acaba donde ella dictamina. Un funcionario debe funcionar y sólo se puede funcionar de una manera. Sólo hay una manera de hacer las cosas. Hacerlas bien. ¿Han visto alguna vez a un funcionario correr?

Es curiosa la idea que la gente tiene de lo que supone ser funcionario. Tanto los que lo son como los que no lo son. Por un lado creo que si un funcionario puede hacer más de lo que es su función lo debe hacer. Si no ya como funcionario, sí como persona. Me he encontrado con funcionarios que por limitarse a cumplir no cumplen. Fomentan así la fama propia. También deslucen la ajena, la de los funcionarios dignos que me han atendido fuera del horario que le marca la ley y han hecho cosas que dictan la lógica y el sentido común.

La ley se confecciona para establecer un orden para alcanzar el bien común, pero es que si Garner cumple la ley, se limita a ejecutar el reglamento que le rige, emploman a los rehenes a balazos.

Si cumple la ley no ayuda a los demás. La ley debe ser una guía, una referencia pero luego, a la hora de aplicarla, debe imperar la lógica y el sentido común. Menos legislar y prohibir. ¡Prohibido!

Ahora prohíben a los niños correr por el bordillo de la piscina. Yo pienso en Mateo 18,2 y en que si no corren no se caen y si no se caen no aprenden. Pronto les prohibirán bucear y zambullirse a lo bomba. Y así hasta prohibirles ser niños. Estamos demostrando lo absurda que puede llegar a ser una sociedad. Vamos a ver, una cosa es jugar con una pelotita cuando no hay gente a la que molestar y otra es calzarse las botas de tacos para no resbalar con el césped de la piscina alfombrado de carnes al sol. No hay que promulgar una ley de prohibido jugar a la pelota, basta con aplicar la lógica y el sentido común.

Digo común porque por otro lado tenemos a Ryder, en un “nacido para actuar” Travolta, que aplica la ley (en este caso religiosa) para beneficio propio. Se define como católico, pero es uno de esos de libre interpretación de las escrituras, de los de yo me lo guiso y yo me lo como, de los de Dios y yo ya nos entendemos a mi manera, pero también un radical que lee e interpreta la Biblia a su antojo. No debe estar al tanto de la penúltima encíclica papal, la de Dios es Amor. Ni él ni Hollywood. Espero que no hayan pretendido definir a un católico como eso. Si así es, mal estamos ya que nos presenta un dios al que debemos redimir nuestras culpas, un dios terrorífico. El catolicismo no se estila así.

En la razón de porqué Ryder actúa así, en cuál es su objetivo y beneficio en última instancia, me ha parecido ver un guiño a esas líneas de investigación que abogan por que en el 11-S hubo una conspiración que hizo retumbar la bolsa pero que benefició a unos cuantos privilegiados que sospechaban lo que iba a ocurrir. Esto le sirve de base a Ryder para poner el miedo en la balanza de la bolsa y que ésta se desnivele en su beneficio. Hay quien se hizo rico con el desastre. El truco es saber que el desastre va a tener lugar en una fecha y hora prefijada. Es apuesta segura. Ya no se da el golpe apostando a las carreras de caballos. Basta con situar el miedo en acciones y esperar.

Desde el punto de vista cinematográfico hay que destacar que no hay momentos relajados. No sé si han estado o no en NY pero imaginen lo complicado de rodar algunas escenas en el metro: pedir permisos, cerrar estaciones, grabar durante la madrugada,… El guión aprovecha para arremeter con grandes verdades contra la clase política. A ver si se enteran ya de hasta qué punto tenemos al personal calado, que ya está bien de ser político para beneficio propio y no para servir, que es lo que debe hacer un político: utilizar su tiempo en servir, pensar y mirar por el bien común. Mientras el resto estamos ocupados con nuestro trabajo. No se dan cuenta del problema que se les viene encima: si la gente deja de trabajar se pone a pensar, y tener un pueblo que piense, para los mandamases, siempre ha sido un problema y para el pueblo una bendición. ¡Bendito paro!

Aguarden los créditos finales, no sólo pasan letras.

Pelham 123, duelo de dos actores en la piel de dos personajes que combaten. Vayan, vean y disfruten pero no dejen de pensar. Por el bien común.

3 comentarios:

  1. Bien, bien, muy dinámica. Me gustó.

    Ah, lo de los zagales corriendo por el bordillo de la piscina no es cayéndose aprendan sino que si se caen, está la posibilidad de que se maten y entonces sí es verdad que no aprendan. Me ha hecho gracia la comparación, nene.

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  2. también nos podemos matar conduciendo y sin embargo aprendemos y conducimos con más asiduidad que la de correr de los niños por los alrededores de la piscina.
    lo suyo es correr, aprender y caerse a velocidades admisibles para luego correr, habiéndo aprendido, sin caerse a velocidades elevadas. Es el principio de la F1.

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  3. Bien, bien, veo que te vas haciendo con blogger. Es pura intuición, nene.

    Queremos Gran Torino aquí.

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