Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

sábado, 31 de octubre de 2009

Bastardos en la Gloria

Tarantino, pese a ser previsible, siempre sorprende. Esta vez lo hace con una cinta llena de referencias a cuentos, hechos, películas y símbolos pero que en su pluma cinematográfica, trasmiten significados diferentes. Es como el que se sirve de citas para argumentar una tesis pero sólo coge la forma, esto es, los significantes para cambiar por completo los significados habitualmente vinculados. La doble articulación del lenguaje en manos de Quentin.
Siempre me ha sonado Quentin a Cuentin, a Cuento. El tipo lleva en su nombre eso de contar. Y lo hace a su manera pero cuenta, narra. Da igual lo que le des, él lo utiliza para contar. Que le das la casa de la pradera y te empieza con un plano general de la versión afrancesada. Que le das la cenicienta y él coge y pone el zapato en mitad del escenario tras un baile de balas. Balas que van y van y todo desordenan. Que le das la naranja mecánica y te devuelve el golpe de bate desde la gruta de gladiator. Que le das aquellos pieles rojas cortando cabelleras al séptimo de caballería y él te devuelve tal práctica ejercida por soldados aliados, a fin de cuentas fueron los colonos franceses quienes empezaron con este ritual. Que le das a Josef Von Sternberg y sus primeros planos de Marlen Dietrich y te recompensa con la no menos angelical Melanie Laurent y su primer plano sobre humo con tintes fantasmagóricos. Que le das la corriente del cine dentro del cine y él te muestra al cine como arma de destrucción masiva, tanto físicamente como discursivamente. Que le das fragmentos de realidad y él te construye un lienzo de ficción.
Es así como construye el puzzle. Nos va presentando piezas para luego dar zoom hacia atrás y mostrar la relación que guardan entre ellas. Lo de menos es si aquello tiene bases históricas o no y si vamos al cine con la intención de verificar hechos históricos o con la de pasar un buen rato. Da igual si el führer acribillado en el palco es el Hitler real o uno de sus dobles. En Tarantino todo vale porque a todo acaba dándole lógica con esa manera tan peculiar de hacer cine.
Explícitamente sangrienta en ocasiones hasta el punto de apartar la vista sonsaca tremendas carcajadas con detalles absurdos en situaciones graves o comprometidas. Así es Tarantino y así hay que quererlo y admirarlo.
Interpretaciones elogiables: TODAS, pero me quedo con el que interpreta al más bastardo de todos ellos: Christoph Walt. Brad mantiene su nivel, de Brühl tampoco esperábamos menos, Schweiger comedido y eficaz.
Ahora sí, la reflexión contundente: somos responsables de nuestros actos y si bien nos podemos arrepentir, siempre se debería recordar qué hicimos, para recuerdo propio y conocimiento de los demás. Eso de coger y cambiarse de traje y ya no tener nada que ver con lo que hemos hecho parece no gustarle a Tarantino y así lo expresa a base de esvásticas en el frontal, y es que si uno está dispuesto a defender unas ideas debe estar preparado para llevarlas marcadas en la frente, así que ojito con lo que defendemos sin pena ni gloria o con gloria o pena para otro. No hay que olvidar que el planteamiento inicial nace de la venganza, no como plato frío sino cocinada con nitrógeno líquido: ¿Quién puede tener más ganas de aniquilar nazis que los judíos que los hayan sufrido? Tarantino es responsable de las películas que hace y nosotros de ir a verlas o de no hacerlo. Atengámonos a las consecuencias.

4 comentarios:

  1. Muy buena, nene. De estos personajes siempre me he querido imaginar qué infancias tuvieron. Si hubiese libros que sólo describiesen las infancias de los que después, maduros, arrasan, sería gozoso.

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  2. ¡que me gusta el cine y darle vueltas y más vueltas a todo lo que, CON IMÁGENES, se dice!

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  3. Nene, qué poco cine estás viendo. No nos dices ná de ná, joer.
    Enga!

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  4. Para cuando el próximo artículo-crítica??
    Un seguidor empedernido.
    J.G.U.

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