Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Argoderse toca.

Argo es la película que nunca verás cuando vayas a verla. No es una aporía lo que escribo. Es así. Trata de ir a verla y lo entenderás.
Este Ben Affleck lo hace bien. Nunca supe a quién atribuir aquel guión de Goog Will Hunting. Si a él o a Damon. Ya me va quedando más claro.
Lo que mejor hace es meternos en la piel de los protagonistas a base de primeros planos de la cara de los mismos. Así nos hace fijarnos en ellos y sus expresiones. Los primeros planos en sala oscura con pantalla grande no son lo mismo que en la tv o en copia pirata. Cuando quieres saber cómo se siente alguien basta mirarle a los ojos, observar que con esa mueca o gesto puedes identificarte. Es así cómo te caza para luego llevarte, poco a poco y de la mano de los personajes, a la tensión.

Porque si algo tiene esta película es tensión. Tensión hasta el punto de necesitar salir de la sala porque no quieres saber, porque quizá no sabrías cómo te enfrentarías a tan delicadas situaciones, una tras otra. En las que el mínimo error te asegura el linchamiento público en el acto.
Siempre he pensado que el hombre es bueno. Pero si está solo. Lo que da miedo es la muchedumbre dirigida por rígidas normas. Es como si actuasen como las damas y temiesen ser comidos por no comer. Sufrir las normas por no aplicarlas. Y así es cómo, aunque no sean justas, se aplican a rajatabla. Aunque alguna, sabiendo las consecuencias, se arriesgue. Jugando a no ser advertida.
Con la marabunta no trates de razonar, pues la razón en el grupo se disuelve. Las mayores atrocidades se comenten bajo la autoría del grupo. Las acciones en grupo dan cierto anomimato al individuo y esto lo hace los suficientemente fuerte, o debería escribir cobarde, para cometer la fechoría.
A nivel técnico, junto a la utilización de primeros planos y su objetivo que ya he comentaddo, me gustaría destacar el montaje por motivo. El cambio de una imagen a otra es un cambio brusco. Para ayudar al espectador y que éste sienta la continuidad del discurso de una secuencia a otra se elige un motivo, un objeto, una idea y a través de ella se accede a la nueva imagen. Un ejemplo es cuando uno de los personajes, cabreado, rompe una figura de cristal. La consecuencia es los pedazos disparados. La imagen siguiente muestra una bola de cristal girando, como si proviniese de ese golpe, como si fuese uno de esos trozos de la figura de cristal. Pero no. Es una bola que maneja sobre su escritorio otro protagonista. Así, casi sin darnos cuenta, el director nos conduce la mirada, el sentido, el significado que continuamente buscamos en la película para que lo sigamos construyendo con la nueva situación que la nueva imagen nos plantea. Recuerda, montaje por motivo, hay varios ejemplos en la película en los que darse cuenta.
Sigo demandando un cine en versión original en mi ciudad. Entre otras muchas cosas porque hay un juego de palabras durante toda la película que si bien ha salido airoso en el doblaje, lo supongo más inteligente en inglés. Si alguien lo conoce que lo comente.














El toque Clooney, que lo tiene, yo lo veo en esa manera de presentar a la industria cinematográfica. Cuando la trama optó por este giro me dije: "Éstas son cosas de George". Ese toque irónico le caracteriza. Ya sea en la dirección, en la producción... hasta en la interpretación nexpressa.
Ejemplar es la actitud desempeñada por los personajes en momentos cumbre. El que hace lo que tiene que hacer y no le intimidan los dimes y diretes. El amor por el trabajo bien hecho aunque tenga uno la vida desecha... y la más inesperada: el que defiende con una fe inusitada la representación a punto de descubrirse. La tan necesitada en estos tiempos fuerza ante la debilidad. Las fuerzas de flaqueza..   
La sensación de tensión me ha durado varios días. Tensión agradable pues consciente soy de que viene de una ficción. Sin olvidar que esa tensión real existe, a telediario por día. En el oriente medio lejano, o quizá no tanto. Esa tensión que viene desde que Abraham despidió a Ismael y se decantó por Isaac, no sé si por él, por el otro o por la madre del uno o del otro, o porque era lo que Dios tenía previsto para él. 
Por eso me gusta tanto ir al cine, porque te hace casi vivir la experiencia sin más riesgo que el de atragantarte con una palomita. Porque te permite hasta argodearte de la tensión.


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