Pensamientos y reflexiones derivadas de la experiencia de ir al cine y a la vida.

lunes, 18 de abril de 2011

No, si la culpa va a ser del telepizza.

Lo queramos o no, la cuestión es que llegamos tarde. Podemos seguir con el debate, intentar poner al personal orejeras para que sólo vea una pequeña parte de lo que está ocurriendo y que sigamos enzarzados ahí, en esa pequeña parte.

Pero el tema es más complejo y atañe a varios frentes, no sólo al de la piratería, que es donde los distribuidores tienen centrado el debate.

El mercado ha cambiado de forma radical con internet. No sólo cine se consume en casa. Todo esto empezó con el telepizza, con el “para llevar”. La sociedad se acostumbró a ello y amplió la costumbre a otros productos. El cine es arte pero también producto y como tal se consume. Estamos centrados en el punto que preocupa a la distribución. Yo entiendo que un empresario que ha invertido en montar unos cines esté preocupado. También el distribuidor. Y es que se les acaba el negocio si no se renuevan o si no hacen algo para que su actividad siga siendo tan valorada como para pagar por ella. Y que no, que no todos somos piratas, que no. Que estamos deseando pagar por el trabajo bien hecho, bien realizado y bien entregado. Que reconocemos que es arte y creación y como tal hay que pagarlo en justo reconocimiento de la satisfacción que experimentamos al consumirlo.

Lo que pasa es que la gente cree tener el cine en casa y con ello se conforma. Creo que uno de los aspectos que hay que trabajar es la educación del espectador, hay que hacer que el espectador sea un sibarita audiovisual. Ustedes me van a perdonar pero no es lo mismo ver una peli en casa que verla en pantalla grande, a oscuras, con los altavoces debidamente distribuidos y calibrados, bajo las condiciones para la que fue creada, y lo que es determinante, habiendo hecho un esfuerzo en ir a verla, esto es, darle valor.

Pero esto está así. No es que queramos cambiar algo que va a ser. No. Esto está como está y es como es. Y lo peor es que se desarrolla a una velocidad y con una mutabilidad incontrolable, por lo que doy por sentado que todo lo que se discuta es banal. Todo lo que propongamos llega tarde. No es la palabra sino la acción. Acción con vistas a largo plazo. Me explico.

Por un lado tenemos lo que está haciendo Netflix, que a mi me suena como a la net flexible. Una especie de videoclub. Especie porque qué videoclub puede decir que tiene 20 millones de abonados. ¿Pueden estar equivocados 20 millones de personas?

Algo parecido pero con el cine de autor e independiente hace filmin, del que sí se puede acceder y disfrutar desde España.

A raíz de visitar este videoclub se me ocurre que uno puede pagar para ver una peli de estreno con buena calidad, basta que las mayors decidan ofertarlas, pero también se me ocurre que la publicidad puede financiar su visionado. Una solución sería meter publicidad en las clásicas franjas negras que todo film tiene. Eso sería un hueco desaprovechado en el espacio cibernético. Que uno quiere ver la peli sin publicidad, pues que pague. Que a otro no le importa y entiende que le pongan publicidad por ahí asomando si así consigue ver una peli sin moverse de casa, pues adelante.

Que sí, que los distribuidores y exhibidores se quedan sin la porción del pastel, pero es que ya se han quedado sin ella, sólo falta que se den cuenta. Es como la luz que aún nos llega de una estrella que ya se ha apagado. Intentar controlar la estrella es imposible, les queda de vida lo que queda de luz para que las salas de cine sean más oscuras que nunca.

Para evitar esto último sólo se me ocurre acudir y desarrollar una auténtica EDUCACIÓN visual, cosa que ya apuntaba antes. Es decir, enseñar el valor y la gran diferencia entre el CINE y el “cine” en casa. Hacerles ver la diferencia de sensaciones, sentidos, significados y contenidos. Es como ponerse incienso en casa: huele bien, ambienta y demás, pero donde pega es en su sitio, en el lugar y momento para el que está hecho: en la calle, con los pasos de por medio, ahora que estamos en Semana Santa. Sólo así se llenaran las salas tal y como ahora están las calles, repletas, aunque haya gente en casa, tan a gusto con su incienso de barrita.

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